AMOR PROPIO
Hay
personas a las que ofrecemos lo mejor de nosotros, intentamos ser su amigo,
interesándonos en sus sentimientos, compartiendo los nuestros, e ilusionándola
con pequeños detalles.
Pero
al cabo de un tiempo nos damos cuenta de que apenas conseguimos que nos aprecie
y nos tenga en cuenta, no conseguimos que tenga detalles con nosotros ni que se
interese en nuestros sentimientos, es más, incluso llegan a despreciarnos en
más de una ocasión.
Pero
por muy indiferente que se comporte con nosotros, seguimos poniendo la otra
mejilla, y por alguna extraña razón, no podemos decir que no cuando se le
antoja pedirnos algo o contar con nosotros, aunque sepamos que es por interés o
por comodidad. Porque en el fondo siempre tenemos una pequeña esperanza de que
algún día cambie, de motivarla, y sea como nosotros nos imaginamos que era
cuando la conocimos.
Tenemos
miedo a hacerla sentir mal o incomoda y eso hace que cedamos. Y ahí está
nuestro error, que pensamos que se sentirá mal o la haremos infeliz si no la
complacemos, pero esa no es la realidad. La realidad es que no nos necesita como
imaginábamos, ni nos echa de menos, y que sobrevivirá perfectamente sin
nosotros.
La
realidad es que nos cuesta aceptar el hecho de que esa persona jamás sentirá
por nosotros el aprecio que nosotros llegamos a sentir por ella, que jamás
llorará con nosotros, y que jamás arriesgara nada de sí misma por hacernos
algún bien, al igual que quizás hemos hecho nosotros por ella en muchas
ocasiones.
Así
que, ¿qué sentido tiene estar intentando hacer feliz a alguien que no nos
necesita para serlo, y que no necesita hacer nada por nosotros para sentirse
bien?
He
aprendido que no estamos obligados a estar disponible para aquellos a los que
no llegaremos nunca a influir en nada, y he aprendido a que estar distante en
lo que respecta a nuestras emociones profundas con alguien que no nos necesita
ni nos valora, es ser sincero y falto de hipocresía, es lo justo, y lo más sano
para nuestro corazón.
El
afecto que hemos llegado a tenerle, hace que tengamos miedo de hacerla sentir
tan mal como ella nos hace sentir con su indiferencia y falta de interés personal,
y hace que no nos alejemos cuando nos busca.
Y
en respuesta al dolor, y como última solución, terminamos intentando
desesperadamente que no nos afecte en nada lo que hace o dice, pero nos estamos
engañando, porque nadie es tan fuerte.
Y
sin darnos cuenta, con el tiempo, de la única forma que conseguiremos que
cuando esa persona está con nosotros nuestro corazón no se sienta dolido y que
nuestra autoestima y amor propio no se desvanezcan por completo, es
volviéndonos más fríos y más insensibles;
Y
aunque intentemos que esa frialdad e insensibilidad que nos hemos visto
obligados a desarrollar instintivamente para protegernos solo se manifieste
hacia la persona en concreto contra la que nos queremos proteger, lo más seguro
es que vaya haciendo mella en nuestra personalidad, y nos vuelva así con más
gente y por más tiempo del que quisiéramos.
Por
eso a veces es preferible alejarse emocionalmente antes de que nos afecte hasta
tal punto de volvernos extremadamente desconfiados y empecemos a pensarnos dos
veces las cosas antes de ayudar y de ofrecernos a alguien por miedo a que nos
utilicen o se aprovechen de nosotros nuevamente.
Es
preferible a veces alejarse para poder seguir ofreciendo sin miedos lo mejor de
nosotros mismos a aquellos que aún quedan por llegar, que no hundirnos por
habernos desgastado completamente en una batalla que siempre estuvo perdida.
S.G.M.
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